Todos sabemos que la industria del cine funciona por dinámicas, lo que gusta se copia, y lo que funciona se plagia. Lo que importa es ganar dinero y para eso se debe saber que es lo que vende en cada momento y llegar a tiempo para coger tu pedacito de pastel.
Cuando se pusieron de moda las películas de catástrofes naturales no tardaron en proliferar producciones de cada vez peor calidad. “Un pueblo llamado Dante’s Peak” y “Twister” abrieron la veda. Pronto les seguirían “Volcano” y una retahíla de producciones para televisión de calidad aún más dudosa hasta que poco después se diese otra vuelta de tuerca al género y apareció el subgénero donde la amenaza era exterior y cuyos máximos exponentes fueron “Armageddon” y “Deep Impact”, lanzadas a bombo y platillo como grandes producciones para la pantalla grande y obviamente ambas de productoras rivales como son Paramount y Touchstone, filial de Disney.
Este patrón se había visto repetido y se repetiría hasta la saciedad antes y después, pues este sólo es un ejemplo puntual y muchos otros hubiese podido señalar y hubiesen resultado igual de ilustrativos. Como fueron las películas de cine de terror adolescente y serial killers, donde Scream fue la que lanzó el género y pronto la siguieran secuelas y plagios diversos. O como es el caso que estamos sufriendo actualmente, y que no es otro que la fiebre de las aventuras fantásticas. Género que renació con “El señor de los anillos”, pero cuya auténtica punta de lanza fue “Harry Potter” que dirigió el género hacia un público insaciable como es el infantil y preadolescente. De modo que no tardaron en llegar: “Las crónicas de Narnia”, “La brújula dorada”, “Las crónicas de Spiderwick”… y las que quedan, ya sea en forma de secuelas o nuevas sagas.
Pero este sistema de dinámicas, de plagio encubierto y de lo que se podría señalar como incapacidad para generar ideas nuevas y atractivas al ritmo que la industria exige terminó produciendo, de forma involuntaria, una curiosa trilogía cuyos tres componentes tienen su atractivo y representan una forma diferente y concreta de hacer cine, tanto por finalidad como por presupuesto. Es lo que yo he bautizado como: La trilogía del despertar.
Esta trilogía estaría compuesta, ordenadas en orden cronológico, por: “Dark City (1998)”, “Matrix (1999)” y “Nivel 13 (1999)”.
Como ya he dicho las tres representan una manera diferente de entender la industria del cine, representantes de diferentes sectores.
“Dark City” es hija de una productora de cine dirigida a un público amplio, pero vinculada al cine independiente como es New Line Cinema. “Matrix” nace como gran producción de uno de los monstruos del sector como es la Warner. Mientras que “Nivel 13” es la respuesta de una pequeña productora como es Centropolis Entertaintment que básicamente se dedica a hacer películas de bajo presupuesto (más allá de las que dirige el propio Emmerich) para aprovechar el tirón de determinadas ideas y sacar films que muchas veces están destinados a llegar directamente al videoclub o la pequeña pantalla.
Como se puede ver, las tres películas componen una trilogía casi coetánea, aunque antes de seguir quizá sería necesario aclarar el porqué las considero una trilogía y el porqué de su nombre, “La trilogía del despertar”.
Componen una trilogía porque las tres cimientan su argumento en que su protagonista descubre que la realidad en la que vive no es más que un espejismo, un elemento artificial por debajo de lo que es la auténtica realidad y que abren un debate filosófico sobre qué es lo que se puede considerar realidad. De modo que observando su argumento me pareció que despertar era un nombre adecuado para unas películas donde sus protagonistas, en cierto modo, despiertan del sueño en que habían estado sumidos sin ser conscientes de ello.
“Dark City” fue la primera, cumple con los cánones del cine independiente cuando éste cuenta con un presupuesto algo más generoso de al que está acostumbrado, contando con actores conocidos, pero no de primera línea como eran ese momento Jennifer Connelly y Kiefer Sutherland y haciendo gala de una cuidada historia y desarrollo, de este modo me atrevería a decir que su atmosfera es la más cuidada, oscura y oprimente. Una atmosfera donde la estética retrofuturista a lo años treinta le sienta de maravilla. La película que dentro de la sencillez de su historia ofrece la trama más profunda, con un toque ligeramente romántico y sobre todo la más original y sugestiva, ya que además de plantear al espectador el tema de la dualidad existente entre la realidad y percepción también le invita a reflexionar sobre aspectos como la necesidad de adaptarse, el instinto de supervivencia, tanto a nivel individual como cuando se trata de toda una especie y como ese fin puede llegar a justificar el medio. Temas que también acaricia “Matrix”, pero como parte de un fondo demasiado diluido.
“Dark City” sin embargo, a pesar de sus virtudes, también adolece de los defectos propios de los presupuestos ajustados y que en este proyecto se hacen evidentes cuando se necesita algo más que efectos especiales de factura artesanal para conducir la historia, pero a pesar de estos pequeños defectos de factura técnica, en mi opinión “Dark City” es la película más interesante de las que conforman esta particular trilogía.
La siguiente entrega, “Matrix”, sin duda alguna es la más conocida, y si bien en lo que respecta a su línea argumental no veo descabellado afirmar que no aporta absolutamente nada al discurso de “Dark City” más allá de un cambio de enfoque, no sería justo despreciar muchos aspectos por los que “Matrix” representó un pequeño hito en la historia del cine y una pequeña revolución en su momento en lo que se refiere al despliegue técnico y las innovaciones visuales. “Matrix” ofreció los mejores efectos creados por ordenador hasta la fecha y innovaciones que crearon escuela como el bullet time. Si a todo esto se le suma el buen hacer de los hermanos Wachowsky detrás de la cámara siendo capaces de imprimir al film un muy buen ritmo podemos decir que “Matrix” es el producto mejor acabado y más entretenido de los tres, pero en mi opinión carece del encanto y capacidad de sugestión de “Dark City” debido a sus continuas concesiones al cine más comercial y dejes propios del cine más palomitero.
Finalmente nos encontramos con “Nivel 13”. Una película que no duda en plagiar, diría que deliberadamente, lo mejor de ambos productos, dando como resultado una película con una estética y ambientación muy buena, un ritmo sostenido y entretenido, pero cuya historia deja ver muy a las claras la naturaleza del film, siendo de largo la menos profunda, la más tramposa y cuyo argumento resulta más facilón.
No obstante se deja ver con interés, entretiene y termina resultando un muy buen complemento a las otras dos producciones, a pesar de jugar claramente en otra división muy inferior, la de los refritos.
En definitiva, una trilogía que nació fruto de la casualidad, hija de los vicios de la propia industria y que realmente resulta muy interesante, ya que además de ser tres productos de cierta calidad (unos mejores que otros) ilustran muy bien tres estratos de la industria del cine norteamericano y demuestra que en raras y muy puntuales ocasiones pueden llegar a complementarse muy bien.
Cuando se pusieron de moda las películas de catástrofes naturales no tardaron en proliferar producciones de cada vez peor calidad. “Un pueblo llamado Dante’s Peak” y “Twister” abrieron la veda. Pronto les seguirían “Volcano” y una retahíla de producciones para televisión de calidad aún más dudosa hasta que poco después se diese otra vuelta de tuerca al género y apareció el subgénero donde la amenaza era exterior y cuyos máximos exponentes fueron “Armageddon” y “Deep Impact”, lanzadas a bombo y platillo como grandes producciones para la pantalla grande y obviamente ambas de productoras rivales como son Paramount y Touchstone, filial de Disney.
Este patrón se había visto repetido y se repetiría hasta la saciedad antes y después, pues este sólo es un ejemplo puntual y muchos otros hubiese podido señalar y hubiesen resultado igual de ilustrativos. Como fueron las películas de cine de terror adolescente y serial killers, donde Scream fue la que lanzó el género y pronto la siguieran secuelas y plagios diversos. O como es el caso que estamos sufriendo actualmente, y que no es otro que la fiebre de las aventuras fantásticas. Género que renació con “El señor de los anillos”, pero cuya auténtica punta de lanza fue “Harry Potter” que dirigió el género hacia un público insaciable como es el infantil y preadolescente. De modo que no tardaron en llegar: “Las crónicas de Narnia”, “La brújula dorada”, “Las crónicas de Spiderwick”… y las que quedan, ya sea en forma de secuelas o nuevas sagas.
Pero este sistema de dinámicas, de plagio encubierto y de lo que se podría señalar como incapacidad para generar ideas nuevas y atractivas al ritmo que la industria exige terminó produciendo, de forma involuntaria, una curiosa trilogía cuyos tres componentes tienen su atractivo y representan una forma diferente y concreta de hacer cine, tanto por finalidad como por presupuesto. Es lo que yo he bautizado como: La trilogía del despertar.
Esta trilogía estaría compuesta, ordenadas en orden cronológico, por: “Dark City (1998)”, “Matrix (1999)” y “Nivel 13 (1999)”.
Como ya he dicho las tres representan una manera diferente de entender la industria del cine, representantes de diferentes sectores.
“Dark City” es hija de una productora de cine dirigida a un público amplio, pero vinculada al cine independiente como es New Line Cinema. “Matrix” nace como gran producción de uno de los monstruos del sector como es la Warner. Mientras que “Nivel 13” es la respuesta de una pequeña productora como es Centropolis Entertaintment que básicamente se dedica a hacer películas de bajo presupuesto (más allá de las que dirige el propio Emmerich) para aprovechar el tirón de determinadas ideas y sacar films que muchas veces están destinados a llegar directamente al videoclub o la pequeña pantalla.
Como se puede ver, las tres películas componen una trilogía casi coetánea, aunque antes de seguir quizá sería necesario aclarar el porqué las considero una trilogía y el porqué de su nombre, “La trilogía del despertar”.
Componen una trilogía porque las tres cimientan su argumento en que su protagonista descubre que la realidad en la que vive no es más que un espejismo, un elemento artificial por debajo de lo que es la auténtica realidad y que abren un debate filosófico sobre qué es lo que se puede considerar realidad. De modo que observando su argumento me pareció que despertar era un nombre adecuado para unas películas donde sus protagonistas, en cierto modo, despiertan del sueño en que habían estado sumidos sin ser conscientes de ello.
“Dark City” fue la primera, cumple con los cánones del cine independiente cuando éste cuenta con un presupuesto algo más generoso de al que está acostumbrado, contando con actores conocidos, pero no de primera línea como eran ese momento Jennifer Connelly y Kiefer Sutherland y haciendo gala de una cuidada historia y desarrollo, de este modo me atrevería a decir que su atmosfera es la más cuidada, oscura y oprimente. Una atmosfera donde la estética retrofuturista a lo años treinta le sienta de maravilla. La película que dentro de la sencillez de su historia ofrece la trama más profunda, con un toque ligeramente romántico y sobre todo la más original y sugestiva, ya que además de plantear al espectador el tema de la dualidad existente entre la realidad y percepción también le invita a reflexionar sobre aspectos como la necesidad de adaptarse, el instinto de supervivencia, tanto a nivel individual como cuando se trata de toda una especie y como ese fin puede llegar a justificar el medio. Temas que también acaricia “Matrix”, pero como parte de un fondo demasiado diluido.
“Dark City” sin embargo, a pesar de sus virtudes, también adolece de los defectos propios de los presupuestos ajustados y que en este proyecto se hacen evidentes cuando se necesita algo más que efectos especiales de factura artesanal para conducir la historia, pero a pesar de estos pequeños defectos de factura técnica, en mi opinión “Dark City” es la película más interesante de las que conforman esta particular trilogía.
La siguiente entrega, “Matrix”, sin duda alguna es la más conocida, y si bien en lo que respecta a su línea argumental no veo descabellado afirmar que no aporta absolutamente nada al discurso de “Dark City” más allá de un cambio de enfoque, no sería justo despreciar muchos aspectos por los que “Matrix” representó un pequeño hito en la historia del cine y una pequeña revolución en su momento en lo que se refiere al despliegue técnico y las innovaciones visuales. “Matrix” ofreció los mejores efectos creados por ordenador hasta la fecha y innovaciones que crearon escuela como el bullet time. Si a todo esto se le suma el buen hacer de los hermanos Wachowsky detrás de la cámara siendo capaces de imprimir al film un muy buen ritmo podemos decir que “Matrix” es el producto mejor acabado y más entretenido de los tres, pero en mi opinión carece del encanto y capacidad de sugestión de “Dark City” debido a sus continuas concesiones al cine más comercial y dejes propios del cine más palomitero.
Finalmente nos encontramos con “Nivel 13”. Una película que no duda en plagiar, diría que deliberadamente, lo mejor de ambos productos, dando como resultado una película con una estética y ambientación muy buena, un ritmo sostenido y entretenido, pero cuya historia deja ver muy a las claras la naturaleza del film, siendo de largo la menos profunda, la más tramposa y cuyo argumento resulta más facilón.
No obstante se deja ver con interés, entretiene y termina resultando un muy buen complemento a las otras dos producciones, a pesar de jugar claramente en otra división muy inferior, la de los refritos.
En definitiva, una trilogía que nació fruto de la casualidad, hija de los vicios de la propia industria y que realmente resulta muy interesante, ya que además de ser tres productos de cierta calidad (unos mejores que otros) ilustran muy bien tres estratos de la industria del cine norteamericano y demuestra que en raras y muy puntuales ocasiones pueden llegar a complementarse muy bien.
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