Sherlock Holmes

Sherlock ¿Conan? (4)

Supongo que dejando a un lado la pretenciosa (y fallida) Revolver, y a falta de ver Rocknrolla, puedo decir que esta es la película que me ha gustado menos de Guy Ritchie. En gran parte porque en esta película los personajes carecen de la fescura de los que poblaban Lock'n'stock y Snatch, pese a los intentos del guión por otorgársela. Porque este Sherlock y este Watson me han parecido dos estereotipos a los que Guy no se ha molestado en añadirles demasiados matices. Holmes es el genio impertinente e impulsivo, ocurrente y dicharachero. Watson el personaje más templado que ofrece su contrapunto. Hasta aquí bien, pero se quedan en eso, no hay más matices. Son la pareja arquetípica que se mueve en diálogos acartonados y poco creíbles. Su vertiente humana, miedos y debilidades, se intentan insinuar sin éxito. Por lo que termina pareciendo que la película se centra en la acción y termina reduciendo a los dos protagonistas a la dimensión de dos títeres poco interesantes pese a las más que correctas interpretaciones de Downey Junior y Jude Law.

Por si esto no fuese suficiente, el estilo de Guy Ritchie no termina de irle bien a la película. Abuso de la cámara lenta, del subrayado en la voz en off y, como no puede faltar en sus películas, la secuencia final donde se resuelven y explican todas las trampas que la película ha ido planteando. Un giro que si bien en sus otras producciones resultaba tolerable e incluso efectivo, en esta es un recurso previsible y, valga la redundancia, tramposo.

En cierto modo, esta película me ha recordado más a un episodio largo de la serie de anime “El detective Conan” que, como sabrá muy bien todo aquel que haya visto alguno de sus episodios, se limita a ofrecer rocambolescos ejercicios de fuegos artificiales a base de plantar setas a lo largo del metraje, que en cuidar sus personajes y darle un toque mínimamente verosímil a la historia.

Para rematar, esta sensación de alejamiento que producen los personajes y lo artificioso de la historia que plantea hace que esta película ni tan siquiera luzca una de las mejores virtudes del cine de Ritchie: la capacidad de ofrecer un entretenimiento endiablado de principio a fin. Y es que muchos tramos de esta película se hacen largos.

En definitiva, una película que ofrece entretenimiento y espectáculo a ratos, pero que resulta demasiado artificial incluso para el cine de Guy Ritchie.

El rey de California

Después de ver esta película puedo afirmar que los videoclubs aún tienen su razón para existir. Y es que difícilmente me hubiese acercado a esta producción si no fuese porque fue lo único que me pareció medio interesante en uno de estos establecimientos... y la verdad es que mereció la pena.

Resumiendo de un modo rápido lo que ofrece esta producción podría decir que sigue los cánones de las últimas comedias de éxito del cine independiente norteamericano. Es decir películas que cuentan historias de personajes peculiares, cuya acción transcurre ambientada en la clase media-baja de la sociedad norteamericana y donde el argumento busca con el mismo ahínco la sonrisa que la ternura. Y la verdad es que como en otras películas sin duda más reconocidas como “Entre copas” o “Little miss sunshine”, lo consigue.

Y si la película consigue transmitir tan bien su mensaje, sin duda es gracias a las excelentes actuaciones de Michael Douglas, como padre irresponsable, mentalmente inestable, pero afectuoso y Evan Rachel Wood, quien pese a que su padre ha llegado un momento que parece ser más un lastre que una referencia, trata de apoyarle.

Una película que más allá de la trama del hilo conductor, con la búsqueda del oro español como eje principal, trata sobre el amor y el respeto que existe en una relación padre e hija. De la necesidad de marcarse metas en esta vida, por ridículas que le puedan parecer al resto del mundo y de la necesidad de creer y apoyar a los tuyos. De que pese a que la madurez parezca ser el contrapunto natural a la libertad y la fantasía, quizá no se pueda vivir sin ilusiones, aunque sean a veces estas ilusiones se reduzcan a metas tan pragmáticas como un lavavajillas.

Una película tierna, divertida, ligera y breve, pero aún así mucho más rica y recomendable que obras presuntamente más sesudas.

Inteligencia Artificial

Debo admitirlo, en la primera hora de metraje, ya me veía dando la razón a mucha gente a la que le había oído decir que esta era posiblemente la mejor película de Spielberg. Al terminarla, mi opinión es la siguiente, pese a no haber visto toda su filmografía, se me hace muy difícil imaginar que Steven haya rodado algo peor que esto (y he visto la cuarta de Indiana Jones).

Por lo que si combinas las primeras sensaciones con el regusto amargo intenso que deja al final, lo único que te queda por hacer es tirarte de los pelos ante una película tan desaprovechada.

Y es que, toda la trama que se desarrolla mientras el androide permanece al lado de su familia adoptiva, es una delicia. El discurso filosófico y moral tan rico (la máquina como sustituto del hijo, la responsabilidad ética y moral del creador respecto a su creación, en que punto aparece la diferencia entre la vida y el mecanismo, ¿se puede amar una máquina?...) como disimulado detrás de la historia que se cuenta sin prisa, pero sin resultar aburrida. Los personajes, creíbles y la actuación del pequeño perfecta. Todo haciendo gala de una fotografía y puesta en escena sugerente y brillante. La película te estira poco a poco hacia ella hasta que estás completamente dentro y una vez conseguido lo más difícil, captar tu atención e interés, simplemente, lo tira todo por la borda.

Y es que una vez el pequeño emprende su odisea, el film empieza a mostrar todos sus defectos. La historia avanza a golpes. El personaje de Jude Law no tienen ni la personalidad, ni el peso en la historia, ni tan siquiera la coherencia suficiente como para que le dediquen tanto espacio. La película, poco a poco empieza a hacerse densa y farragosa, tras más de una hora sin apenas mirar el reloj, los vistazos a tu muñeca izquierda se suceden. La historia poco a poco va perdiendo todo su atractivo, el discurso antes soterrado, pero evidente, empieza a colarse en diálogos cada vez menos espontáneos y más cercanos al discurso y, pese a admitir que quizá todo esto no sea suficiente para calificarla de fiasco absoluto viendo su excelente primera hora, al acercarse al umbral de la segunda llega el desenlace... y con él la gota que colma el vaso.

El recurso de los extraterrestres me pareció gratuito, su discurso artificial y el resultado, frío. Del mismo modo que el recurso de la voz en off se me hace pobre. El desenlace termina por empequeñecer todo lo contado hasta ese momento hasta reducirlo a una mera anécdota circunstancial, absolutamente intrascendental para lo que se narra en ese epílogo. Un final alejado de la historia y que además resulta poco satisfactorio y, en mi opinión, mal resuelto. Después de dos horas de película, paradójicamente, compartes en tu fuero interno dos sensaciones absolutamente opuestas durante los últimos minutos: este final es precipitado y, al mismo tiempo, piensas... ¿pero por qué aún estamos en esta misma escena y demora tanto los créditos finales?

En definitiva, una película sumamente irregular. Con tres fases muy diferenciadas: una primera hora magnífica, una segunda irregular (y bastante hueca en contraposición a la primera) y un desenlace nefasto. Y en la impresión final termina pesando más los dos últimos aspectos que la brillantez con la que Spielberg plantea el tema.

Con lo fácil que hubiese sido cortar antes de que apareciesen los padres de E.T...

Avatar

El mejor embalaje de la historia del cine (7).

Ayer vi Avatar. Durante todo el fin de semana, además de las semanas anteriores había procurado mantenerme alieno a toda la corriente de información que surcaba internet sobre esta película. Sabía lo suficiente, que sería una maravilla audiovisual y seguro que, estando Cameron detrás, como mínimo un entretenimiento efectivo. Al terminar la película puedo afirmar que creo que tenía razón y que, por desgracia, tampoco es mucho más (aunque ojo, no digo que sea poco).

Y es que Avatar, sin duda alguna, pasará a la historia del cine posiblemente como una pionera pese a no ser la primera por apostar por esta tecnología, y lo hará porque Cameron consigue hacer por primera vez del recurso de la tridimensionalidad algo más que un recurso más efectista que efectivo. Porque la película de Cameron no abusa en ningún momento de las imágenes holográficas, se centra en todo momento en jugar con la profundidad de campo, en convertir los escenerios y la ambientación de Pandora en un mundo preciosista, pero donde no persigue que el espectador se sienta dentro de él sino que simplemente pueda obervarlo con el mayor detalle posible.

En cierto modo, Cameron ha entendido el salto al cine 3D como el paso que sigue a la alta definición y lo único que puedo decir en este aspecto es que el resultado es difícilmente mejorable y que ciertas panorámicas y escenas serán, seguramente durante bastante tiempo, de lo más bonito y espectacular que se podrá ver una sala de cine. Porque pese a buscar en la tridimensionalidad una mejora en la calidad visual, Cameron ha aprovechado al máximo cada enfoque y la fotografía para sacar el máximo partido a esta tecnología.

Pero, como ya he mencionado que me esperaba, Avatar es poco más que eso, un envoltorio inmejorable, medido, pulcro, perfecto, hecho con mucho oficio, pero que en ningún momento tiene la intención de arriesgar más de la cuenta (como para hacerlo después de haber metido 300 millones encima de la mesa y 4 años de trabajo). Una película que cuenta una historia contada una y mil veces con mínimas variaciones, y es que seguro que al salir os acordaréis de títulos como Pocahontas, Bailando con Lobos o el Último Samurai.

La misma historia en un nuevo contexto, pero contada con un ritmo envidiable. Porque pese a sus casi tres horas de metraje no da opción al más mínimo amago de bostezo o de mirada por debajo las gafas al reloj. Las escenas de acción ofrecen espectáculo y las escenas de diálogo desgranan la historia captando tu interés. Poco importa que a cada nuevo elemento que te presenten sepas que peso y papel vaya a tener en la trama posterior. Poco importa que sepas el desenlace mucho antes de llegar a media película y poco importa que los personajes, sin ser exactamente planos, sí que respondan a arquetipos vistos una y mil veces.

También comprendes, e incluso llegas a perdonar, la ambientación y diseño de personajes tan cercana a Disney y terminas por asumir que lo que la película simplemente pretendía ofrecer es una historia inócua y ya conocida, pero contada con especial esmero y precisión, queriendo acercarse al abanico más amplio de público posible mientras ofrecía una muestra de lo que seguramente será el cine en el futuro.

Por mi parte diré que pese su historia, personajes e incluso ambientación no aporten nada absolutamente nuevo, no me importaría lo más mínimo volver a pagar por ver la misma película en el cine (aunque eso sí, esta vez desde un asiento central y no un lateral) y no creo que esta película persiguiese poco más que eso: ofrecer el mayor espectáculo visto en una sala de cine y ofrecer al espectador la primera película que realmente justificase el desembolso extra que supone ver una película en tres dimensiones. Huelga decir que por mi parte, ha cumplido con creces las expectativas, aunque quizá sea cierto que tampoco eran especialmente altas para el bombo que le habían dado.