Una gran película que no termina de ser redonda ya que se diluye en su tercio final, justo cuando debería ser más intensa y en el momento que más debería atrapar al espectador nos encontramos como si el director no hubiese sido capaz de manejar con suficiente solvencia el desenlace de una historia cruda y muy buena, pero que cuando llega a su final no podemos evitar una cierta sensación de dispersión, como si la historia le quedase grande al director o como si las prisas se hubiesen apoderado de él al terminar el montaje para ajustarla a un metraje apropiado.
Este aspecto, junto a cierta autocomplacencia por parte del director en ciertos planos en los que parece que pretende decir más de lo que realmente consigue y por contrapartida perjudica a la fluidez de la película hacen que no la eleve a la categoría de obra maestra, porque sin duda alguna, motivos hay para ello.
Empezando por la historia, que combina de una manera muy acertada la ternura, con la crudeza y la desesperación, y sobre todo refleja muy bien ese punto entre irracional e inevitable al que puede llevarnos un sentimiento ciego de venganza. Siguiendo por los recursos perfectamente empleados por el director para introducirnos en la piel del protagonista, un joven sordomudo, continuando por una fotografía, que a pesar de la ya citada autocomplacencia, es excelente y terminando por unas actuaciones, especialmente la del protagonista, que no desmerecen en ningún momento dentro de la alta calidad del conjunto.
Una gran película, que a pesar de no ser redonda y que en mi opinión su tramo final no está resuelto al nivel de brillantez del primer y segundo tercio de la misma, merece sin duda alguna ser vista, pocas películas consiguen una combinación de intensidad y sentimientos encontrados tan diferentes como consigue esta.
Este aspecto, junto a cierta autocomplacencia por parte del director en ciertos planos en los que parece que pretende decir más de lo que realmente consigue y por contrapartida perjudica a la fluidez de la película hacen que no la eleve a la categoría de obra maestra, porque sin duda alguna, motivos hay para ello.
Empezando por la historia, que combina de una manera muy acertada la ternura, con la crudeza y la desesperación, y sobre todo refleja muy bien ese punto entre irracional e inevitable al que puede llevarnos un sentimiento ciego de venganza. Siguiendo por los recursos perfectamente empleados por el director para introducirnos en la piel del protagonista, un joven sordomudo, continuando por una fotografía, que a pesar de la ya citada autocomplacencia, es excelente y terminando por unas actuaciones, especialmente la del protagonista, que no desmerecen en ningún momento dentro de la alta calidad del conjunto.
Una gran película, que a pesar de no ser redonda y que en mi opinión su tramo final no está resuelto al nivel de brillantez del primer y segundo tercio de la misma, merece sin duda alguna ser vista, pocas películas consiguen una combinación de intensidad y sentimientos encontrados tan diferentes como consigue esta.
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